La industria global está inmersa en un conjunto de debates que no cesan, por siempre la industria ha marcado el desarrollo económico de la humanidad, y ha sido la clave para estudiar la estrategia de desarrollo de los países. Con pocos cambios en el análisis, la industria ha sido por centurias la palanca de crecimiento de las regiones y las naciones; desde la fortaleza europea con Inglaterra y Alemania a la cabeza, o la norteamericana, o la asiática con Japón liderizando, o más recientemente el despunte de países como China, India o Brasil; lo cierto es que el desarrollo económico y en gran medida el desarrollo social de una nación tiene mucho que ve con su grado de industrialización.

Cuando se trabaja sobre las perspectivas económicas y sociales de un país, lo primero que surge como aspecto relevante es que aquellas naciones que crecen y prosperan, son las que logran colectivamente acuerdos en temas básicos, traducidas en un plan de desarrollo, que se respeta casi como un hecho cultural. Independientemente del tamaño o población o de la dotación de recursos naturales, los países tienen el desafío y la obligación histórica de diseñar y ejecutar un plan que convoque a los principales sectores locales o foráneos, a la sociedad en su conjunto, para delinear un futuro de mediano y largo plazo. No se puede presentar como un hecho coyuntural, se trata de un proceso de acción permanente y estructural.

La industria venezolana ha sido destrozada y arrasada, no hay un solo indicador que muestre algo positivo en este proceso a lo largo de los últimos años, nos hemos quedado atrás en inversión, internacionalización, innovación, generación de encadenamientos productivos. No hay ejemplo en el mundo actual, en los últimos 20 años de algún país que deliberadamente destruya su industria nacional. Por esta razón especialmente no hay alternativas para que un país como Venezuela no se dedique intensamente en lograr el consenso nacional alrededor de un plan de desarrollo industrial compartido y ejecutable.

La Manufactura es fuente clave en cualquier estrategia de desarrollo, no solo porque es el eslabón de la transformación, del comercio, de la integración económica, sino porque es fuente principalísima para el desarrollo de la tecnología, la innovación, la educación y la generación de empleo estable y de calidad.

Venezuela tal como se lo plantean otras economías de la región, debe poner en práctica políticas para la creación de nuevos sectores o la modernización de sectores maduros, respetando las restricciones dadas por su tamaño, el grado de desarrollo y la estructura productiva de su economía. La diversificación de la estructura productiva, mejorando la mezcla de productos y el vector de especialización internacional, es un determinante del cierre de la brecha de productividad respecto a la frontera tecnológica internacional y, por lo tanto, de la aceleración del crecimiento de la productividad agregada en economías abiertas. En este escenario la Industria juega como un factor importante en la construcción de ese plan de desarrollo.

Por mucho tiempo se ha desarrollado un debate sobre varios temas: proteccionismos versus apertura, políticas de promoción de sectores versus políticas de carácter transversal; lo cierto es que a estas alturas del desenvolvimiento económico mundial, el debate se torna estéril, cuando lo anteponemos al interés superior del desarrollo nacional, poco importa este debate porque en cada caso que analicemos de países que están creciendo, observaremos cómo su crecimiento y en particular el desarrollo industrial, tiene como base principal la prioridad por el desarrollo endógeno.

América Latina ha mostrado en la última década y especialmente durante la crisis financiera internacional, que aún persiste, que ha creado los instrumentos, reservas y estrategias para crecer y consolidar unos modelos económicos que se han adoptado en la mayoría de la región, que simplificando y forzando mucho los conceptos los podríamos definir como “crecimiento con inclusión”. Nos hemos apartado de teorías preestablecidas y enlatadas y se ha construido una dinámica propia, exitosa, que pareciera puede perdurar en el próximo tiempo.

JUAN FRANCISCO MEJÍA BETANCOURT

EL UNIVERSAL

23/07/2012