Cualquiera podría pensar que los altos ejecutivos y los empresarios en general, bien sea por su capacidad económica o por su nivel cultural, estarían entre los segmentos de población que utilizan los mejores servicios de salud y poseen mayor consciencia sobre la necesidad de llevar una vida sana. Pues parece que ocurre todo lo contrario. En los niveles gerenciales, además de abundar el sedentarismo y otros malos hábitos de vida, hay una notable tendencia a sacarle el cuerpo a los chequeos preventivos y a restar importancia a los síntomas de múltiples dolencias. Todo bajo la falsa creencia de que son parte del paquete o “combo” de sus estresadas existencias. Así, paradójicamente, hay directivos y empresarios que firman cheques para apoyar a centros de salud o patrocinar campañas de prevención, mientras ya no recuerdan cuándo fue la última vez que se hicieron un “Perfil 20”.
A la par de la poca disposición a cuidar su salud haciendo uso de la medicina formal, muchos ejecutivos son presa de modas que en modo alguno sustituyen a los chequeos y tratamientos formales. Hidroterapias, masajes, cremas, musicoterapia, gimnasios, relajación, meditación y múltiples variantes de la llamada medicina alternativa son parte de una lista de servicios a menudo costosos que pueden ser gratos, dar oportunidades para la socialización, imprimir sensaciones de estatus y, en el mejor de los casos, ofrecer cierto alivio a algunas dolencias. Pero nada, insistimos, debería ser más importante o prioritario que acudir al especialista cuando el cuerpo, con su sabiduría, nos envía sus mensajes de alerta.
Peter Drucker, padre del management y gran revolucionario en la manera de entender el capital humano, defendió que las organizaciones deben conciliar su eficiencia con la calidad de vida de todos sus integrantes. Más aún: entendió que esa es una condición para el verdadero éxito. Su palabra vaya por delante…